Marcas indelebles

La sal es una novela que habla fundamentalmente de mujeres, de las relaciones de familia, de los roles, de las marcas indelebles que deja una madre en su hija; de los celos, las envidias, las necesidades insatisfechas.

Ema, ya adulta, con marido, un hijo y otro en camino, sigue sin poder descifrar a su madre, Elena Sagasti o Raquel Tabulnik —los equívocos con su madre comienzan con el nombre—. La distancia nunca se acorta, ni siquiera con el accidente que deja postrada a Ema durante meses en la infancia. «¿Ves? Apretás el botón y el timbre suena en la pieza de Juvencia. Ella va a estar acá las veinticuatro horas disponible para vos», le dice su madre apenas vuelven del hospital. La frustración mantiene a Ema adherida y obsesionada con esa mujer a la que, a pesar de todo, se parece.

«Cuando estoy por viajar, huelo a tostadas y a café recién hecho y sufro ataques de aprensión, quiero ser sedentaria. Es algo que heredé de mamá, los viajes la ponen nerviosa. Cuando llega a destino, no sabe muy bien qué hacer. Lo único que quiere es volver.»

Y es un viaje lo que harán juntas; un viaje a Macachín, el pueblo natal de su madre. Cuatro días de convivencia, dos generaciones, dos pares de hermanas. Con su madre, su tía Sara y su hermana Julia se embarcan en un viaje de ida y vuelta a la provincia de La Pampa y en el camino se irán develando historias antiguas a instancias de la tía Sara, más habladora y extrovertida que su hermana. ¿Pero alguna vez su madre dejará de ocultarle cosas?

El estilo de Adriana Riva es fresco, íntimo, liviano y va libremente hacia adelante y hacia atrás en el tiempo para completar el cuadro familiar. Desde el comienzo, narrado en primera persona, la historia de Ema te seduce, con esa niña a la que la mucama paraguaya cuida como una madre, hasta que Ema vuelve a caminar y su madre encuentra la ocasión para deshacerse de ella.

«Hasta el día de hoy pienso que fue en ese momento que terminó mi infancia: no el día de mi caída, ni cuando me puse por primera vez un corpiño, sino el día en que Juvencia me despidió con un último che mitakuña y me dejó sola, encapullada todavía en el cuerpo de una niña, con una cabeza revuelta y sucia.»

Adriana Riva nació en 1980. En el 2017, la editorial Tenemos las máquinas publicó Angst, su primer libro de cuentos, en el que ya se aprecian sus dotes narrativas en las once historias originales, sencillas, pero que dan gusto leer. La sal, publicada en el 2019, es su primera novela.



La sal / Adriana Riva / 134 pág. / Odelia editora

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